Analistas aseguran que el exceso de candidatos y los pocos minutos para intervenir afectan la calidad del debate. A esto se suma un moderador que se limita a leer preguntas y aspirantes que sólo repiten frases proselitistas, sin propuestas.
La noche de ayer se cumplieron los debates obligatorios entre los candidatos a Prefectos en 17 provincias que tienen más de 100.000 electores. Los debates se realizaron bajo un formato único, de acuerdo con el reglamento expedido por el Consejo Nacional Electoral (CNE).
La presidenta de la Junta Electoral de Pichincha, María Belén Mieles, aseguró que los debates son productivos, ya que permiten a los candidatos exponer sus planes de trabajo y a los electores conocer al candidato de su preferencia y llegar al día de las elecciones con una idea clara para ejercer un voto informado.
Las reglas del debate establecen que tendrá hora y media de duración, que en caso de haber más de ocho candidatos se les divide en dos grupos, que el moderador se limita a leer la pregunta sin posibilidad de repreguntar, que los cuestionarios son los mismos para todos los candidatos.
Y en cuanto a tiempos, en el mejor de los casos, tienen un minuto para responder. Tras el debate los candidatos reconocieron que les faltó tiempo para exponer sus propuestas, que no pudieron desarrollarlos por lo rígido del esquema. Sin embargo, y a pesar de estar conscientes del tiempo limitado que tenían para explicar sus iniciativas en los cuatro ejes planteados, en la mayoría de intervenciones, de manera reiterativa, usaron valiosos segundos para promocionar su nombre y la organización que representan antes que contestar directamente los cuestionarios. Fue así que el debate dejó más “cuñas” personales que ideas programáticas. En no pocos casos se desviaron de la pregunta planteada.
El balance
María Eugenia Molina, doctora en Comunicación, aseguró que conceptualmente el debate es un ejercicio interesante, enriquecedor. Sin embargo, en el aspecto de forma de lo visto ayer, tiene algunas consideraciones. Por ejemplo el que se divida en bloques ya que, asegura, un debate debe darse entre todos los candidatos calificados, por lo que, al tener dos grupos, se pierde el sentido. Agrega que en el tiempo dado es difícil que los candidatos puedan dar a conocer los temas asignados. “Además, me parece que el papel designado al moderador debería ser más amplio. Si bien se ciñe a las preguntas, los moderadores deberían exigir a los candidatos que respondan a los temas planteados y no dejar que expongan cualquier cosa al momento de responder, ya que divagan mucho y eso hace perder un momento enriquecedor para que los ciudadanos podamos enterarnos de sus propuestas con miras a ser autoridades seccionales”, dijo.
Aunque asegura que es mejor tener este tipo de debate a no tener nada, considera que, en esencia, el formato plateado no es suficiente para que el elector pueda ejercer un voto informado, por lo que termina por ser un ejercicio incipiente. “El máximo organismo electoral y los candidatos deberían buscar muchos más mecanismos para difundir sus propuestas. Pero vemos en esta campaña, más que en otras, mucho baile, canto, mucho chascarrillo, pero no hemos visto que los candidatos se hayan preocupado por hacernos conocer sus propuestas”, dijo Molina.
Sobre el formato
Por su parte, Alfredo Espinosa, analista político, recuerda que el formato es una réplica del debate presidencial de primera y segunda vuelta que se cumplió en 2021. Espinosa agrega que la dificultad para cumplir un verdadero debate es el extenso número de candidatos, lo que limita la posibilidad de tener un espacio rico en propuestas y termina convirtiéndose en una especie de “interrogatorio cronometrado”.
Añadió que en los debates el rol de los moderadores es fundamental, pero con el formato en vigencia ocupa un papel secundario, independientemente de su trayectoria. “Un buen debate ya no depende ahora de tener un buen moderador, sino de una buena metodología”, dijo. Y la metodología es la que debe replantearse para debates futuros, aseguró, cómo las interpelaciones de un determinado candidato a otro determinado conocido de antemano por sorteo, ya que le resta fluidez. O la campaña camuflada a través del debate. Espinosa agregó que los candidatos deben conocer sus planes de Gobierno y la de sus contendientes, pero que, al no hacerlo, el debate se reduce a consignas, eslogan, frases vacías que no terminan por calar en el ciudadano. “El elector ya sabe por quién va a votar en la mayoría de los casos. El debate no va a cambiar la intención del voto, pero debería contribuir para que aquellas personas que están indecisas tengan una perspectiva del tipo de candidatos que se presentan y qué es lo que ofrecen”, manifestó el analista político.
Mientras que de seis ciudadanos consultados en la calle, los cinco respondieron que no habían visto el debate, y uno que vio una parte, se aburrió. Entre los que dijeron que no habían visto, hubo respuestas como que no sabían que iba a darse el debate, que no les interesaba, que era muy tarde o la clásica: para qué escucharlos si prometen maravillas pero cuando están en el cargo no cumplen y solo trabajan por sus intereses.
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