El impacto de la COVID-19 es global. Como consecuencia, hay centros sanitarios colapsados, pérdida de empleo y descontento por falta de recursos. Ante esta realidad, hay poblaciones que se exponen a un nivel de vulnerabilidad mayor. Ese es el caso de los indígenas.
«La pandemia COVID-19 representa un riesgo para la salud de los pueblos indígenas, tanto aquellos que viven en áreas urbanas como los que viven en asentamientos remotos o aislados donde el acceso a los servicios de salud es un desafío y la capacidad muchas veces limitada para atender a toda la población”, alertó la Organización Panamericana de la Salud (OPS). El 20 de julio, el organismo internacional insistió en «redoblar esfuerzos para prevenir el avance de la infección en dichas comunidades, así como también para asegurar el acceso a los servicios de atención de salud».
La situación prepandemia, sobre todo en las comunidades de la Amazonía, ya era precaria. Varias no tienen fácil acceso a agua, están expuestas a contagios de enfermedades por actividades petroleras. Según la Unicef, 8 de cada 10 niños indígenas carecen de agua segura, saneamiento básico o insumos para el lavado de manos.
Con la aparición del nuevo coronavirus, estas condiciones se acentuaron y ponen en riesgo a los miembros de las comunidades. Los adultos mayores ocupan un rol importante en estas sociedades, pues son portadores de conocimiento y depositarios de los saberes ancestrales. “La realidad en el contexto de la pandemia ha reflejado el déficit que se tiene en relación a los componentes que nos permiten garantizar una buena salud a las poblaciones de estas comunidades”, expresa John Arias, especialista de cosmovisión y medicina ancestral de la Dirección de Salud Intercultural del Ministerio de Salud Pública (MSP).
Han existido múltiples quejas en contra del MSP provenientes de comunidades, personal médico y civiles en general. “No teníamos tanques de oxígeno, tuvimos que insistir mucho a nivel distrital para que nos lo den, pues es lo principal para manejar a un paciente inestable”, afirma Fernando M., médico rural practicante en Pastaza, provincia amazónica, y quien prefiere mantener su anonimato. Se han donado mascarillas e insumos y se han enviado brigadas a las zonas afectadas. Una de las de la Dirección Intercultural del Ministerio de Salud se encuentra en las zonas de Masaramo -Jandiayacu y Conambo, territorio Sápara, ubicadas en la selva de Pastaza.
Desde 2001 Los Sápara son considerados Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la Unesco y uno de los ejemplos de la vulnerabilidad de estas poblaciones. Aunque se han generado campañas de comunicación en kichwa y tamizajes de pruebas, no es suficiente.
Los datos proporcionados por el Ministerio no hacen énfasis en estas comunidades. Se difunden infografías del conteo por provincia, pero no existe un seguimiento específico.
🕚COMUNICADO || Actualización cifras #COVID19
Muestras: 226.475
* 5.900 pacientes recuperados,
* 18.373 casos con alta epidemiológica,
* 110.142 casos descartados,
* 81.161 confirmados y
* 5.532 personas fallecidas.
Consultas: soporte.fed@gobiernoelectronico.gob.ec🇪🇨 pic.twitter.com/0uAdPDsxhn— Ministerio de Salud Pública (@Salud_Ec) July 27, 2020
La Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confenaie) presentó el pasado 12 de julio una plataforma enfocada en la situación de los grupos amazónicos, donde se pueden visualizar datos recolectados por ellos. El impacto se verá a largo plazo, cuando los índices de pobreza y desempleo crezcan.
Elaborado por:
Alejandra Larrea
Estudiante de Periodismo de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ)