Hasta el 26 de julio, el Ministerio de Salud Pública (MSP) detalló que en Ecuador hay 5.900 pacientes recuperados del nuevo coronavirus. José Guillermo Rendón y John Zambrano son médicos que dieron positivo a COVID-19 y sobrevivieron para contar su experiencia en torno a la enfermedad cuyos efectos en el cuerpo humano, a largo plazo, se estudian. La respuesta del sistema inmune varía de persona a persona, según detalló a Ecuador Chequea Patricia Castillo Briceño, PhD en Biomedicina.
Rendón (51 años) y su pareja, ambos doctores, se contagiaron del nuevo coronavirus en Guayaquil, en marzo pasado. “Tuve todos los síntomas excepto la falta de aire. Mi esposa estuvo un poco más complicada. Le dio neumonitis. Ella sí presentó problemas respiratorios. Tosía mucho. En cambio, yo presenté todos los demás sistémicos. Por ejemplo, la falta de olfato y de gusto. También diarrea, fiebre, tos, cansancio, astenia (debilidad) y pérdida de peso”.
Rendón explica que hacia el final de su tratamiento empírico con antibióticos durante dos meses, ambos continuaban con “una tos molestosa”. El neumólogo que los atendió virtualmente les recetó aerosoles a base de corticoides “porque se decía que eso ayudaba”.
“Este virus no se multiplica en el pulmón, sino en la nariz y puedes comenzar a transmitir sin saber que estás contagiado”, refiere el pediatra Jhon Zambrano, de 56 años. Él, su esposa y tres hijos dieron positivo sin conocer con exactitud cómo se contagiaron. Pero, a diferencia de Rendón, Zambrano sí fue intubado durante 14 días en terapia intensiva, porque necesitó conectarse a un respirador mecánico.
“Intubarte significa colocarse un tubo dentro de la tráquea para que te mande aire a los pulmones. De cada 9 pacientes que entran a ventilación mecánica, mueren 8. Estuve desde el 23 de marzo hasta el 8 de abril”, recuerda. En Ecuador no se ha registrado un estudio de mortalidad de pacientes que necesitan ventilación mecánica, pero existe un reporte que da cuenta de que, en China, 8 de cada 10 pacientes que la requieren fallecen. En Italia y Estados Unidos la tasa de mortalidad de pacientes con ventilación mecánica invasiva es menor: 35% y 24%, respectivamente.
Y aunque salió del hospital el 18 de abril, tuvo que utilizar un andador para caminar. “El principal síntoma que tuve después fue la miopatía, esa debilidad muscular. Y tuve que operarme la tráquea hace poco, porque cicatrizó mal y tuvieron que agrandar el espacio”. Además de eso, mientras estuvo en el hospital tuvo “pensamientos mágicos” -pero los atribuye a que no estaba en estado de alerta- y unas “profundas ganas de llorar” al volver a casa, con su familia.
En general, los coronavirus pueden invadir el sistema nervioso central y causar patologías neurológicas. La capacidad potencial de neuroinvasión está bien documentada en la mayor parte de los coronavirus humanos (OC-43, 229E, MERS y SARS) y en algunos coronavirus animales (coronavirus de la encefalomielitis hemaglutinante porcina). Se han descrito síntomas neurológicos en pacientes afectados por COVID-19, como dolor de cabeza, mareo, mialgias (dolores musculares) y anosmia (pérdida del olfato), así como casos de encefalopatía, encefalitis, encefalopatía necrotizante hemorrágica, ictus, crisis epilépticas, rabdomiólisis y síndrome de Guillain-Barré, asociados a la infección por el SARS-CoV-2. Los estudios realizados tras la epidemia de síndrome respiratorio agudo grave (SARS) en 2003 revelaron la presencia de genomas virales en la corteza cerebral de los pacientes.
Investigadores británicos crearon una unidad en marzo pasado centrada en detectar y estudiar los casos del nuevo coronavirus que presentaban problemas neurológicos. El trabajo se centró en 43 pacientes, porque el objetivo no era saber cuántos de los enfermos acaban con el cerebro afectado, sino qué tipo de alteraciones y trastornos provoca la nueva enfermedad.
Los primeros resultados, publicados en la revista Brain, muestran un espectro amplio de impactos. Los autores de este seguimiento los han clasificado en cinco categorías: encefalopatías con delirios y psicosis, procesos inflamatorios en el sistema nervioso central, accidentes cerebrovasculares como el ictus, trastornos neurológicos en el sistema nervioso periférico y un último grupo que no saben cómo clasificar. Lo que no han visto es que haya una relación entre el grado de gravedad de la COVID-19 y la aparición de problemas neurológicos.
Otra investigación en ese sentido realizada en Milán, Italia, concluyó que los recuperados de COVID-19 presentan una mayor tasa de trastornos psiquiátricos, luego de que expertos del hospital San Raffaele encontraran que, entre 402 pacientes monitoreados después de ser tratados por la enfermedad, el 55% vio afectada su salud mental.
Unos 265 hombres y 137 mujeres se sometieron al estudio, cuyos resultados fueron publicados en la revista científica Brain, Behavior and Immunity este 3 de agosto. Se analizaron entrevistas clínicas y cuestionarios de autoevaluación y «los resultados del estudio exponen que los pacientes mostraron trastorno de estrés postraumático (TEPT) en el 28 % de los casos. En tanto, un 31 % mostró depresión y un 41 % ansiedad. Por otra parte, el 40 % de los pacientes sufría insomnio y otro 20 % tenía síntomas obsesivo-compulsivos (OC)».
El síndrome respiratorio agudo grave, que se produce en los casos más críticos y que requiere ventilación mecánica para asistir a los pacientes, es otro motivo de preocupación: más del 70 % de los pacientes hospitalizados cuya condición requiere ventilación mecánica, a causa de alguna patología respiratoria, reportaron que ven afectadas sus facultades cognitivas, capacidad de concentración, memoria y fluidez verbal.
Como consecuencia de la pandemia, se espera un aumento del número de trastornos psiquiátricos en la población general, debido al trauma provocado. Sin embargo, no se puede descartar que algunos de estos casos hayan sido causados directamente por la infección viral. En Ecuador no se ha reportado ningún estudio similar.