Desde ser consciente de que gran parte de su triunfo se debe realmente al rechazo al correísmo, hasta dejar de gobernar sólo para sus seguidores de redes sociales, expertos sugieren al presidente reelecto, Daniel Noboa, caminos para enfrentar su nuevo gobierno en un país tan dividido.
POR: Esteban Cárdenas Verdesoto
Los fuegos artificiales se apagaron, las banderas volvieron a casa y las urnas hablaron: Daniel Noboa fue reelecto presidente del Ecuador. Con un 55,6% de los votos, el presidente-candidato logró imponerse nuevamente al correísmo, esta vez con una diferencia más amplia que en las Elecciones Anticipadas y que en la primera vuelta. Pero bajo la superficie del triunfo, el país permanece fragmentado. El proceso electoral dejó heridas abiertas, discursos inflamados y una ciudadanía dividida entre la esperanza y la desconfianza.
Pero, más allá de la euforia de los primeros titulares, lo que dejó esta elección permanece vivo. La polarización, una constante en la política ecuatoriana de la última década, volvió a instalarse en el centro del debate. De un lado, un electorado que optó por una figura conocida, que permitía un futuro lejos del correísmo; del otro, un bloque duro y persistente que sigue viendo en el correísmo una alternativa. Entre ambos, sin embargo, hay una ciudadanía cada vez más desconfiada, golpeada por la inseguridad, el desempleo y la fatiga institucional.
Con la reelección sobre la mesa, Daniel Noboa tiene ahora una segunda oportunidad, producto de la votación que, según expertos, no es que ha aceptado su gestión sino que ha rechazado al correísmo. Pero también enfrenta una de las tareas más complejas del actual ciclo político: gobernar un país herido en lo político y en lo social, que exige resultados rápidos, pero también escucha, apertura y, sobre todo, sentido común. ¿Qué debe hacer Noboa para lograrlo? ¿Cuáles son los gestos que necesita mostrar en esta nueva etapa? ¿Es posible reconciliar al país mientras se intenta sostener una agenda ambiciosa que incluye temas tan sensibles como una Asamblea Constituyente?
¿Qué se demostró en la votación?
Con el 99,35% de las actas escrutadas, la votación reflejó para Daniel Noboa el 55,60%, mientras que Luisa González, candidata correísta, alcanzó el 44,40% de los votos. Sin embargo, aunque pareciera que la diferencia de 1’178.843 votos entre los dos candidatos demuestren un apoyo rotundo para Noboa, para Simón Ordóñez, lo que realmente se ha visto reflejado en esta elección es un rechazo rotundo de la población a la idea de un “regreso del correísmo”.
Para Juan Manuel Caicedo, analista político, Noboa deberá caminar sobre una cuerda floja. Y es que para él sus próximos años estarán marcados por un contrapeso representado por poco menos de la mitad del país, algo que pondrá cualquiera de sus acciones frente al ojo público. “Algo de lo que deberá cuidarse y saber cómo actuar para alcanzar la estabilidad que requiere el país y que no ha tenido en los últimos años”, dice.
¿Qué hacer entonces?
Las respuestas no son simples, pero los caminos han sido ya esbozados por analistas políticos que advierten que, sin una hoja de ruta clara, el nuevo periodo de Daniel Noboa puede convertirse en una oportunidad desperdiciada. A continuación, siete aspectos clave que, según las voces consultadas, pueden marcar la diferencia entre un gobierno que divide y uno que construye.
- Tender puentes sin perder autoridad
Para Juan Manuel Caicedo, el primer gesto de Noboa debe ser político y simbólico: mostrarse abierto al diálogo. “Tienen que entrar en el discurso de ‘todos somos necesarios’, ‘todos tenemos algo que aportar’”, afirma. Pero esa apertura no implica diluir su autoridad. “Es el Gobierno quien debe trazar las líneas rojas sobre lo que va a aceptar y lo que no. Escuchar sí, pero sin perder el timón”.
Ese equilibrio entre apertura e identidad será clave para no parecer un gobierno volátil ni sectario. En otras palabras: construir sobre el pluralismo, sin renunciar a la dirección.
- No confundir victoria con respaldo
Simón Ordóñez insiste en que el resultado no puede interpretarse como un cheque en blanco. “La mitad de la votación de Noboa no es a favor de él, sino contra Correa”, dice. Y agrega: “Muchos votamos por él no por convicción, sino para frenar al otro grupo. Eso debe tenerlo clarísimo el presidente”.
Ordóñez también advierte que, si Noboa ignora este matiz, corre el riesgo de perder la legitimidad simbólica que hoy posee. Gobernar desde la arrogancia de un triunfo circunstancial sería un error.
- Evitar una constituyente improvisada
Tanto Caicedo como Santiago Basabe, politólogo, coinciden en que, si Noboa insiste en convocar una Asamblea Constituyente, debe hacerlo con responsabilidad, apertura y una narrativa integradora. “Pensar en una Constituyente sin consolidar un proyecto político es un acto de alto riesgo”, dice Basabe.
Además, como advierte Caicedo, “la Constitución actual dejó puntos demasiado inamovibles”, como la participación privada en sectores estratégicos o las barreras al libre comercio, pero modificar esos elementos requiere de acuerdos amplios, no imposiciones.
Asimismo, cabe destacar que Noboa ha hablado de la creación de una Constitución de plenos poderes, lo que pondría sobre el Ejecutivo casi de manera central el poder sobre el Estado. Para Caicedo, esto podría ser peligroso por lo que, piensa, sería más responsable acordar los puntos medios de los dos bandos para establecer un cuerpo legal con el que el país se beneficie más de lo que pueda verse perjudicado, sea por el contenido o por la oposición al texto.
- Resultados sociales inminentes
Santiago Basabe plantea una hoja de ruta clara: combinar austeridad fiscal con inversión social estratégica. “Salud, educación y cultura deberían ser las prioridades antes de embarcarse en aventuras constituyentes o reformas institucionales profundas”, señala.
En un país donde más del 30% vive en condiciones de pobreza, los gestos de gobernabilidad no bastan, si no se traducen en mejoras palpables en la vida cotidiana. El hambre, la inseguridad y la falta de empleo no esperan una nueva Constitución, sino resultados.
Caicedo asegura que el aparecimiento de estas acciones y sus resultados serán centrales en el análisis de la aprobación del Presidente en los próximos años.
- Reconstruir la confianza
Para Ordóñez, parte del éxito de Noboa en esta segunda vuelta radicó en su capacidad de conectar con el voto joven y presentarse como una opción “anti vieja política”. Sin embargo, advierte que este capital simbólico es volátil. “El noboísmo tiene que construirse más allá del marketing. Si no se llena de contenido, será olvidado tan rápido como surgió”.
El experto también sugiere que Noboa debe aprovechar su presencia digital para comunicar con claridad, empatía y transparencia. “El presidente debe hablarle al país, no sólo a sus seguidores”.
6. Fortalecer la gobernabilidad
Según Caicedo, el nuevo mapa legislativo le da a Noboa una ventaja táctica: “Tiene un grupo mayoritario en la Asamblea, y muchos políticos se moverán hacia su lado por los incentivos del poder”. Sin embargo, advierte que esta “ventana de gobernabilidad” podría durar sólo dos años, si no se gestiona con resultados concretos.
La gobernabilidad no puede sostenerse sólo en repartos o alianzas coyunturales. Requiere coherencia programática y resultados sostenidos, dice el experto.
7. Reconocer la fractura del correísmo y no confiarse
Ordóñez concluye con un análisis clave: la Revolución Ciudadana enfrenta hoy una crisis interna. “Está implosionando”, dice. La falta de una voz única tras el desconocimiento de los resultados, sumado al reconocimiento de varios de sus líderes locales, muestra una fisura inédita en el movimiento.
Pero eso no significa que el correísmo haya muerto. “Sigue teniendo una base sólida y, si Noboa no cumple, ese espacio puede volver a llenarse con fuerza”.
Por esto, los expertos coinciden en la necesidad de escuchar a todos los sectores de la población y atender las urgencias del Estado. Entre estos, la inseguridad, el empleo, la crisis eléctrica y todo lo que pueda marcar el día a día de los ciudadanos. Todos coinciden en que es clave un Gobierno más conciliador y abierto al diálogo, en el que todos puedan tener un espacio y expresarse. Caso contrario, el Gobierno puede tender de un hilo en los próximos años.
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